domingo, 17 de enero de 2010

CAPÍTULO 4: Y esa mañana

Comenzó a rondar la noticia que por fin todo había acabado, intentaron dar cientos de explicaciones, que ciclos de Venus, cartas astrales, que signos del zodiaco chino, que deidades de todo tipo de religión, que gases emitidos, que ondas desde el sol, vibraciones de la Luna, envenenamiento del agua de parte de los países orientales, todo era una explicación y todo servía para entender los casi dos años de austeridad en los contactos físicos entre los dos especímenes de diferente genero de la raza humana (al menos en el lado occidental del planeta).

Confronte a mis amigos y ellos me informaron que sus vidas retornaban a la normalidad, y en efecto, ya las personas que trotaban eran menos, la actitud huraña de los hombres había desaparecido, unos dejaron de ser homosexuales, otros se quedaron en ese mundo, ya la venta de pornografía estaba reduciéndose día a día en las calles, Y yo decidí esperar unos días, quería demostrarle a mi Cyntia que mi amor era más allá de lo físico – como lo habíamos hablado tantas veces en esta crisis inducida –, a pesar que no dejaba de pensar en las noches, cuando dormida se movía y su aroma me estremecía, volvían la secuencias de pensamientos sobre cómo nos entregábamos antes de esta locura y como ella me llevaba a lo profundo de su cuerpo y corazón. Era difícil pasar las noches, con mi musa, y no pensar en su piel tibia a mis caricias, su sexo carnoso, sus voluptuosidades, gemidos suaves, en sus besos tibios y sencillos que traspasaban y tocaban mi alma, en su forma de entregarse y de llenarme de ella y de amor; eran horas en las que no lograba dormirme hasta que por fin de tanto pensar e imaginar, el cerebro se apagaba por agotamiento.

Esa mañana me desperté, contemplé mi verticalidad apuntando hacia la cabecera de la cama, intente masturbar mis deseos varoniles, pero decidí acercarme a ella, pensé que la sana espera por fin había llegado a su fin, eran las 6:37 am, puse mi brazo sobre su espalda, comencé a acariciarla, sentí su cintura, cadera y nalgas, sentí sus senos, esperando un gemido de aprobación o una palabra de desaprobación, - la sentí despierta y mi corazón latía rápido y fuerte acompañando mi respiración, parecía mi primera vez, y habría probabilidad de no resistir tanta emoción y terminar antes de empezar- y fui bajando lentamente mi mano, la metí dentro de su short de pijama y sus tangas en la parte delantera, y tan pronto sentí su sexo, ella me dijo, con su voz dulce de presentadora de noticiero: - No, mi amor, no.

CAPÍTULO 3: Hombres a un lado, mujeres al otro.

Muchos de mis amigos habían recurrido a sus vicios de juventud, otros confesaban orgullosos de no caer en costumbres solitarias, otros cuantos confesaban no haber superado la masturbación pues la proliferación de pornografía y sexo virtual les mantenía exaltado los sentidos, otros buscaron salidas non santas y poco varoniles (cada cual que haga de su culo un balero como decía mi abuela), y yo, yo no importaba que hacía o que hacía con mi compañero inseparable de camino, de viaje, de juergas, y de fidelidades desde que me case.

Pronto el mito urbano comenzó a hacerse público, los noticieros dedicaban grandes secciones a este problema, mi esposa me mantenía enterado de los últimos estudios e informes, proliferaban los programas de opinión, los programas de internet, las paginas anunciando el fin de la raza humana, o anunciando la salvación y salida del problema, las películas, las novelas, los musulmanes y orientales lograron gran cantidad de adeptos pues veía en esto una señal del cielo que castigaba a la sociedad moderna por sus atropellos al sexo, - aunque se sospechaba que sus mujeres también sufrían de lo mismo, se corrió el rumor que moriría quien confesara sufrir del “problema occidental” como ellos le denominaban -.

Definitivamente fueron muchos meses los que impactaron nuestra sociedad. Los hombres y las mujeres se comenzaron a distanciar, los bares se dividieron en bares exclusivos de hombres y de mujeres, pues las agresiones masculinas no tardaron en dejarse ver, y las defensas femeninas tampoco. Compartir lugares en pareja ya no era común, la pornografía encontró sus tiempo de mayor proliferación, y las tensiones masculinas se convirtieron en un asunto meramente físico que era necesario resolver para no entrar en conflicto con el sexo opuesto.

Muchos matrimonios se destruyeron, muy pocos siguieron juntos. Unos hombres se dedicaron a la vida célibe y se retiraron a conventos budistas, conventos catolicos, Hare Krishna; otros como ya lo mencione decidieron probar el mundo gay; y las mujeres, ellas, ellas de nuevo, como siempre, desde la historia conocida del hombre ni ellas se entendían, simplemente había desaparecido el deseo, el interés, y hasta la sensación, estaban radicalmente neutralizadas en su funciones sexuales y reproductivas, el placer había desaparecido. Y sin sensación de placer, sin deseo el mundo occidental estaría condenado a la desaparición.

Es como si el placer de comer, de dormir, de usar nuestros esfínteres despareciera, el caos sería inimaginable – tan inimaginable como este -, nos inyectarían la comida, estaríamos locos de no dormir y en el caso de los esfínteres no comeríamos para no tener que usarlos a la fuerza.

En fin, mi matrimonio siguió igual, Cyntia y yo encontramos un nuevo tipo de amor, más enfocado en la cordialidad, mas compañerismo y sin la “presión” del sexo, y bueno, éramos como un par de amigos compartiendo la casa, compartiendo la cama, y cuidando unos niños, y bueno la verdad pensé en la infidelidad, ¿pero con quien? ¿Con otro hombre? Nunca!!! Seguiríamos así juntos hasta el fin de nuestras vidas, y presenciaríamos el fin de la reproducción sexual en la raza humana y el comienzo de las técnicas de clonación.

CAPÍTULO 2: Haciendo deporte.

Estaba trotando rumbo al polideportivo de mi ciudad, notaba que hacía un tiempo se apuntaban lentamente más hombres a los ejercicios matutinos, ese día no fue la excepción, a la rutina diaria se sumaron dos especímenes nuevos uno de 25 años y otro de 40 aproximadamente.

Cuando llegue a la zona donde todos hacemos abdominales buscando hacer desaparecer nuestros desmanes en la comida y la cerveza, observé que se mis asiduos compañeros de madrugada diaria los cuales nos saludábamos entre sí, con la típica cordialidad y proximidad masculina de mover la cabeza como diciendo internamente ¡ey!. comenzaron a burlarse del nuevo miembro de 25 años que manifestaba su salud sexual, caminando y transportándose con su sangre desplazada casi completamente hacia su zona inguinal y alguien dijo en tono de autocrítica, auto-ironía, burlándose de su propia realidad: - Ni que llevaras 6 meses sin sexo como yo, a lo que todos respondimos con una sola risotada. Pero otro dijo yo llevo 6 y medio, todos comenzaron a confesar el tiempo que llevaban sin conocer mujer (conocer bíblicamente hablando, como cuando dice y Adán conoció a su Mujer y nació Abel), todos oscilaban en los 6 meses.

Yo no demoré en confesar públicamente mis 4 meses y medio, comprendiendo que era el que manifestaba tener la más temprana relación sexual con una mujer, también comprendía que durante un mes y medio ella, mi Cyntia, se entregó por amor y con amor, sin sentir un ápice, fingiendo sus orgasmos, hasta que no soporto mas esa situación y me puso a régimen como a mis otros compañeros de género.

Termine los ejercicios y comprendí que esta época que comenzaba iba a ser muy dura para el género humano.

CAPÍTULO 1: El despertar

Esa mañana como de costumbre amanecí con toda la sangre acumulada, haciendo presión en mi virilidad, manifestando de manera vertical y radical mis deseos horizontales, como de costumbre abrace a mi bella Cyntia, bese su cuello, acaricie sus caderas, metí mis manos en su pijama, acaricie sus senos provocativos, naturales y redondeados, ella giró, y comencé a besarlos suave y delicadamente; y ella mi Cyntia, fue despertando de su sueño encantado y amorosamente me dijo: - No, ni amor, no.

Podría ser ella la voz más dulce en mi vida, en efecto era la presentadora del noticiero de televisión y de internet con más alto rating, pero es ene-avo “NO”, retumbo, y su contundencia hería mis oídos, mi amor profundo, mi ego, mi matrimonio, mis buenos deseos y propósitos.

NOOOOOO!!!!!, ya eran demasiados “no’s” juntos esto estaba comenzando a ponerse insoportable, la vida intima con Cyntia era lúbrica, tierna, fuerte y saludable, llevábamos ya ocho años de feliz matrimonio y nuestro entendimiento en la cama era casi perfecto, después de una fase de acomodamiento en nuestro matrimonio habíamos establecido rituales, anti-rituales, sorpresas, señales, señas, lenguajes secretos, y hasta inventábamos nuevas formas de comunicarnos el amor físico de manera que el interés no se acabara. Habíamos tenido dos hijos y de igual forma yo comprendía las esperas y las respetaba, pero esto ya estaba comenzando a ponerse extraño, sospechoso e intolerable.

Me levanté a las seis de la mañana de ese sábado, en el que estábamos solos en la casa, pues habíamos llevado los niños donde mi mamá el día anterior, (cada 15 días, viernes o sábado era solo nuestro). Me puse las chanclas y con toda mi verticalidad y sangre acumulada me fui a la cocina, me tocaba pensar en otra cosa, la caída del dólar, la caída de un asteroide, la caída de la lluvia, la estabilización de la economía, mirar por la ventana el lento amanecer, cualquier cosa que distrajera mis deseos naturales, sentimentales y horizontales.

Mientras bebía el jugo de naranja, hacia cuentas y comprendía que eran cuatro meses y medio sin intimidad, los primeros quince días lo sentí raro pero dentro de lo normal, el primer mes hasta dude haber quedado de nuevo en embarazo, pero cuatro meses y medio, por más delicada, suave, y firme que fuera su voz de presentadora me ponía a pensar en demasiadas cosas. Por un breve segundo, dudé de su fidelidad pero inmediatamente descarte esa idea que no me llevaría a ninguna parte, luego pensé en una enfermedad física, luego en una sicológica, y luego de pensar demasiadas cosas, terminé odiando a sus amigas, buscando entre ellas a la radical feminista que había envenenado a mi musa y había puesto talanquera a nuestra saludable y asidua vida sexual.

El jugo de naranja más agrio de mi temprana historia había terminado, mi virilidad, había dejado de señalar los defectos en el cielo raso, y los pensamientos hervían unos en contra de otros. Mientras ella dormía serenamente siendo depositaría de ese ¡NO! Que me estaba envenenando y robando mi equilibrada salud mental.